El tarot no comienza cuando se gira la primera carta, sino unos minutos antes: en ese instante discreto en el que se toma el mazo entre las manos y se decide entrar en un espacio de escucha. Barajar, cortar y preparar no son gestos técnicos sin más. Son el umbral de la lectura, una manera de ordenar la atención, afinar la intuición y crear un marco respetuoso para la interpretación.

En un blog divulgativo conviene decirlo con claridad: no hace falta hacer ceremonias complejas para que una tirada sea profunda. La clave está en la presencia. Un ritual simple, repetido con conciencia, suele ser más eficaz que uno largo hecho con prisa o por ansiedad.

La intención: el primer paso (y muy importante)

Antes de tocar las cartas, conviene formular un acuerdo interior. La intención cumple una función práctica: acota la pregunta y reduce el ruido mental. Si el consultante (o tú mismo) entra en la lectura con una mezcla de deseos, miedos y urgencias, el tarot tenderá a reflejar esa mezcla.

Un modo sencillo de abrir el espacio consiste en detenerse unos segundos y respirar tres veces. Después, una frase breve basta para enfocar:

“Que esta lectura me muestre lo que necesito comprender, con verdad y serenidad.”

No se trata de invocar nada externo, sino de colocarte en una disposición receptiva.

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Cuidar el mazo

Muchas personas hablan de limpiar el tarot. En una práctica consciente, limpiar no significa expulsar una supuesta negatividad, sino resetear el mazo como herramienta: devolverlo a un estado neutral, especialmente después de lecturas intensas o periodos largos de uso.

Hay formas muy simples y efectivas de hacerlo:

  • Guardarlo siempre en un paño o bolsa, para que tenga un espacio propio.
  • Dar un golpe suave con el mazo sobre la mesa (una o tres veces) como gesto de cierre y reinicio.
  • Abanicar las cartas boca abajo unos segundos y recogerlas lentamente, como quien ordena ideas.
  • Ordenarlo de vez en cuando (especialmente útil si estás aprendiendo), para reconectar con su estructura.

El criterio es sencillo: si el gesto te centra, sirve. Si lo haces desde el miedo, conviene simplificar.

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Barajar: mezclar con respeto absoluto por el mazo

Barajar es, en términos simbólicos, permitir que lo no controlado participe. Pero barajar no es agitar: es mezclar con ritmo.

Uses el sistema que uses, el respeto por las cartas debe ser máximo. Evita cualquier forma de barajar que pueda doblarlas, marcarlas, pelarlas por los bordes o dañar el laminado. El tarot no se trata como un objeto cualquiera; se cuida como si fuera el gran tesoro del tarotista, porque en él se deposita tiempo, práctica, vínculo y memoria simbólica.

Esto, además, tiene una razón muy práctica: si algunas cartas quedan desgastadas o marcadas, pueden reconocerse al tacto o a simple vista y terminar apareciendo con más facilidad al momento de extraerlas, no por “destino”, sino por pura mecánica.

Técnicas de barajado recomendadas (y amables con las cartas)

Barajado en las manos (suave y constante): Ideal para mazos flexibles. Mantén un ritmo tranquilo, sin apretar ni forzar las cartas. Vuelve a la pregunta como un hilo interno, sin obsesión.

Barajado sobre la mesa (mezcla circular): Se extienden las cartas boca abajo, se mezclan con movimientos circulares suaves y se reúnen. Es excelente para mazos grandes o rígidos y reduce el riesgo de doblar esquinas.

Barajado por montones: Repartir el mazo en 3, 5 o 7 montones y reunirlos con calma es una opción muy segura, especialmente para quienes quieren estructura o tienen un mazo delicado.

Una pregunta habitual es cuántas veces hay que barajar. No hay un número universal. La medida más honesta es interna: baraja hasta que notes que el cuerpo se afloja y la mente se centra. Para muchas personas, eso ocurre entre 30 segundos y 2 minutos.

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Antes de seguir: cartas invertidas y coherencia interpretativa

Este punto merece un lugar propio porque suele generar dudas, especialmente cuando se está aprendiendo. Hay lectores que trabajan con cartas invertidas y otros que prefieren no hacerlo. En mi caso, no suelo trabajar con cartas invertidas. Mantengo la orientación del mazo y leo el mensaje desde el conjunto.

¿Por qué? Porque, para mí, el tono de una carta no depende tanto de que esté al derecho o invertida, sino del diálogo que establece con las cartas que la rodean. Una misma carta puede hablar de apertura o de bloqueo, de fluidez o de resistencia, según el lugar que ocupa en la tirada y el tipo de cartas que la acompañan.

Un ejemplo cotidiano ayuda a entenderlo: no es lo mismo escuchar una frase aislada que escucharla en una conversación completa. En tarot, el contexto lo es todo. Una carta armoniosa puede señalar exceso o dispersión si está rodeada de impulsividad; y una carta más densa puede indicar madurez, contención o realismo si aparece junto a arcanos que sostienen estructura.

Dicho esto, no hay una opción universalmente correcta. Lo importante es elegir un criterio y sostenerlo, porque la consistencia es lo que da precisión.

Cortar el mazo: el gesto del umbral

Cortar es una forma de decir: “la preparación termina aquí; ahora comienza el mensaje”. Por eso conviene hacerlo con calma, sin dramatizarlo. El corte no está para impresionar, sino para marcar un antes y un después.

Hay tres formas clásicas:

Corte en tres montones. Es tradicional y aporta estructura. Se cortan tres montones (izquierda, centro, derecha) y se reúnen en el orden que resulte natural.

Corte en dos. Rápido y claro. Se corta en dos y se invierte el orden al reunir.

Que corte el consultante (cuando se sienta adecuado). Este punto conviene matizarlo, porque no es una práctica que guste a todos los tarotistas. Hay quien prefiere que el consultante no toque el mazo, porque considera que al hacerlo impregna el tarot con su energía y eso puede interferir con la forma en que el tarotista sostiene su herramienta de trabajo. Por eso, aquí no hay norma rígida: se debe hacer lo que el tarotista sienta en ese momento. En mi caso, hay lecturas en las que sí invito a la persona a cortar, y otras en las que lo hago yo todo de principio a fin. No es contradicción: es escucha del contexto, del vínculo y del tipo de lectura que se va a realizar. La coherencia está en el respeto, no en imponer un único método.

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Preparar la mesa: así preparo mi estancia para una lectura

Para mí, preparar la estancia no es un detalle estético ni un decorado espiritual. Es una forma de cuidar el espacio psicológico donde va a ocurrir la lectura. Del mismo modo que cuido el mazo como un tesoro, cuido el lugar donde lo abro.

Lo primero que hago es crear silencio real: cierro puertas si hace falta, pongo el móvil en modo no molestar y retiro de la mesa todo lo que distrae. El respeto empieza por ahí: si voy a escuchar un mensaje simbólico, no puedo hacerlo a medias.

Después, preparo una superficie limpia y estable. Extiendo un paño (siempre el mismo o uno destinado a lecturas, que en mi caso es de color morado) y lo coloco con calma. Ese paño está para delimitar el espacio, proteger las cartas y recordarme que lo que ocurre aquí merece atención.

Cuido también la luz y la comodidad. Prefiero una iluminación suave, que no canse la vista y que invite a bajar el ritmo. Me aseguro de que las sillas sean cómodas y de que haya una distancia adecuada para ver la tirada sin invadir el espacio de la otra persona. Si la consulta es para mí, hago lo mismo: la autolectura también merece respeto.

Antes de empezar, dejo a mano lo necesario: una libreta, un bolígrafo, agua. Tenerlo preparado evita interrupciones y mantiene la lectura contenida. Y, por último, hago un gesto pequeño pero muy importante: me siento, respiro y entro en la sesión. No abro el mazo desde la prisa. Me tomo unos segundos para sentir el cuerpo, relajar los hombros y recordar la intención. Ese instante es el umbral.

Como puedes observar, mi estancia se prepara con sencillez, pero con una idea clara: máximo respeto, máxima presencia. Porque cuando el espacio está cuidado, la lectura se vuelve más clara y más humana.

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Cómo sacar las cartas: método sencillo, mente tranquila

La forma de sacar cartas debe ser clara. Tres opciones fiables:

  • Sacarlas de arriba, una a una, siguiendo la tirada.
  • Sacarlas de abajo, si ese es tu hábito (lo importante es la consistencia).
  • Trabajar con “saltarinas” (cartas que caen al barajar), solo si no se convierte en caos. Si saltan demasiadas, suele ser señal de tensión o prisa; conviene respirar, recoger y volver al centro.

Un ritual breve de Arcano_10: 2 minutos para empezar bien

  1. Tres respiraciones profundas.
  2. Mano sobre el mazo y una frase de enfoque.
  3. Barajar 45–60 segundos con suavidad.
  4. Cortar (en dos o en tres).
  5. Reunir, asentar el mazo con un gesto suave.
  6. Sacar las cartas según el método elegido.

Repetido con regularidad, este pequeño marco se vuelve un interruptor interno: tu mente entiende que entras en modo lectura.

Errores comunes que conviene evitar

El principal error es la prisa. La prisa no acelera la claridad; la enturbia. También es frecuente cambiar de método cada día y perder coherencia.

Hay un error más sutil, que he visto incluso en tarotistas con experiencia: convertir la preparación en una defensa contra el miedo. Esto ocurre cuando el ritual deja de ser un acto de presencia y se vuelve un seguro para calmar la angustia: “si no hago exactamente X, la lectura saldrá mal”, “si no limpio el mazo de esta forma, me va a venir algo encima”, “si no repito este gesto tres veces, no estaré protegido”. Cuando la preparación se vive así, el mensaje que se instala en el cuerpo es de desconfianza: no “me abro a escuchar”, sino “me protejo porque temo”. Y, sin querer, eso puede tensar la lectura: aumenta la presión, la necesidad de controlar, la sensación de que hay que hacerlo perfecto. ¿Cómo se corrige? Con algo muy simple: reduciendo el ritual a lo esencial y recuperando la intención. En lugar de multiplicar pasos, basta con uno o dos gestos conscientes (respirar, enfocar, barajar con calma) y una frase que devuelva el centro:
“Estoy aquí. Escucho con respeto. No necesito miedo para leer.”

Cierre: cómo termino mis lecturas

Para mí, cerrar una lectura es tan importante como abrirla. No me gusta dejar la tirada colgada en la mesa ni pasar a otra cosa de golpe, porque el tarot merece un final consciente.

Cuando termino de interpretar, recojo las cartas con calma, una por una, sin prisa, como quien recoge una conversación importante. Las vuelvo a unir en el mazo y, entonces, hago mi gesto de cierre: las barajo suavemente dando gracias al Tarot por su ayuda. Es una forma de reconocer el trabajo simbólico que se ha realizado, de devolver el mazo a su unidad y de salir del espacio de lectura con respeto.

Después, guardo el tarot en su paño o bolsa, y cierro también el espacio: una respiración más, un instante de silencio. Y ya está. Sencillo, consciente y completo.

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Si este artículo te ha ayudado a comprender cómo preparo mi tarot y mi espacio de lectura con respeto máximo, te invito a seguirme para aprender más: comparto prácticas sencillas, explicaciones claras y claves de interpretación para que el tarot se convierta en una herramienta real de autoconocimiento.

Y si sientes que estás en un momento de duda, cambio o búsqueda de claridad, puedes pedirme una lectura. Trabajo con un enfoque consciente, sin juicios y con un acompañamiento cercano: me cuentas tu situación, definimos la pregunta con precisión y abrimos el tarot con el respeto que merece.

El tarot habla cuando se le escucha con calma. En Arcano_10, ese es el punto de partida.

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